Creado por Jacques Bouchón, el Museo Rocsen es con toda probabilidad el espacio más ecléctico y humanista que uno pueda encontrar paseando por las Sierras Centrales de Argentina.

Nono es una pequeña y apacible localidad asentada en el valle de Traslasierra, regado por el río Los Sauces, que corre paralelo por la falda occidental de las llamadas Sierras Centrales, en Argentina. Córdoba, distante un par de horas en auto, es el gran polo económico y social de la zona y su vecina más próxima -unos 6 km.- es Mina Clavero, referencia veraniega para los cordobeses. Durante los meses de vacaciones, enero y febrero, esta población llega a quintuplicarse, alcanzando los 60.000 residentes.

Pese a la proximidad del bullicio, la vida cotidiana de Nono no se ve alterada en demasía y cualquier tarde es buena para sentarse en un banco de la plaza central con la compañía de un libro u observar como los vecinos improvisan sesiones de tango. Quizás esa tranquilidad, protegida por alguna fuerza misteriosa, influyera en la decisión de Jean Jacques Bouchón, originario de Niza, a recalar en este lugar donde, aseguran sus habitantes, ‘vive la naturaleza’. Después de rondar por medio mundo, Nono fue un buen lugar para depositar definitivamente el contenido de 23 contenedores, unos 8.000 kg del material mas diverso recogido en sus viajes. Eran el resultado de una vocación de coleccionista iniciada de niño, tras hallar una estatuilla de barro cocida de un soldado romano en las afueras de su Niza natal. Una pasión que jamás se vio debilitada en el ánimo de este antropólogo francés, profesor de bellas artes y autodidacta incansable y que pone a la vista de todo el mundo de forma altruista.

          

Corría el año 1959 y una década después, la población más antigua de la zona (1578) contaba con un nuevo y singular edificio, el Museo Rocsen, definido por su creador como un espacio polifacético con la finalidad de interesar al público más diverso. “Desearía que en mi museo se encuentre todo el Hombre para todos los hombres”. Rocsen es una palabra de origen celta de la Bretaña francesa que significa ‘roca santa’. El museo está declarado bien de ‘interés público’ por el estado argentino y posee numerosos reconocimientos internacionales. En sus casi 60 años de existencia, este espacio no ha cerrado nunca las puertas y su ya nonagenario fundador -cuando no está inmerso en alguna expedición- saluda a los visitantes y atiende personalmente sus inquietudes. Pese a no recibir ninguna subvención pública, contenido y continente han ido creciendo en el tiempo. De los 100 metros cuadrados iniciales se ha pasado a 2.700 donde se va rotando la exposición de los más de 55.000 objetos con que cuenta el fondo del museo.

          

La singularidad del Museo Rocsen comienza en la misma fachada, antes de traspasar la puerta del recinto. Un conjunto de 49 estatuas, diseñadas y realizadas por el mismo Bouchon saludan al visitante. Su realización determinó el tamaño de la fachada, no al revés como podría suponerse. Son personajes claves en la evolución del pensamiento humano y la intencionalidad del estudiado conjunto es elevar un mensaje de paz y serenidad. Aristóteles, Platón, Buda, Confucio, Sócrates, Arquímedes, Bach, Gutemberg, Leonardo Da Vinci, Mari Curie o Luther King son algunas de las figuras de ese pensamiento pacifista y humanista universal que rodea el recinto. “No quiero la más mínima arma, ningún César, ningún Napoleón, ninguna matanza, nada de sangre… quiero la mayor Luz posible” afirma Buchon, cuya existencia conoce bien bien los horrores de la guerra… estuvo en el frente de batalla durante la II Guerra Mundial y su familia perdió cuanto tenía.

          

El segundo impacto llega tras la amable salutación de bienvenida por parte del personal del museo, si es que no proviene del propio fundador. La misma recepción es toda una declaración de intenciones sobre la diversidad -y cantidad- de objetos que esperan a nuestro paso para ilustrarnos y, porque no, despertarnos recuerdos y emociones. En ocasiones, las piezas -no necesariamente organizadas en colecciones temáticas- van acompañadas de relatos y discursos planteados por el mismo Buchon invitando al visitante a reflexionar sobre su naturaleza, motivos de su existencia y evolución.

          

grosso modo, el museo divide las piezas mostradas en dos grandes grupos: el dedicado a las ciencias naturales -lo físico, lo químico y lo inorgánico- y un segundo que tiene como protagonista las creaciones del hombre y diversos hábitats socio económicos creados por él.

Geología, paleontología y la biología, con impresionantes colecciones en entomología, ornitología, fauna marina y botánica, abarcan las temáticas del primero.

          

          

La ocupación de las creaciones del hombre es mayor y, en nuestra opinión, con la sustancia necesaria para establecer un canal de comunicación entre las obras y creaciones del pasado y el presente que trata de estudiarlas y evolucionar sobre ellas. La antropología física, la arqueología y la paleontología serían los cimientos de este proceso cultural divulgativo – formativo que persigue el Museo Rocsen, particularmente entre los más jóvenes. Los espacios dedicados a oficios, actividades industriales, tecnología, arte, ocio, etc, nos llevaría a los ‘rincones’ que deben despertar en el visitante una consciencia sobre la protección de los bienes naturales y culturales y las desigualdades sociales de nuestro tiempo. Los ‘rincones’ son recreaciones de ambientes típicos de diferentes épocas, lugares y niveles socioeconómicos. Enfrentando ambientaciones de estancias criollas con dependencias del peón o la clase burguesa de la gran ciudad frente a la clase conurbada marginada, los responsables del museo consiguen remover nuestras realidades cotidianas.

          

Intercalados unos con otros, echando cuentas, se alcanzan unos 75 espacios o temáticas que dan para una largo y sorprendente recorrido que nos transporta desde la creación del universo a la cruda realidad del denominado cuarto mundo. Bouchon, de esta manera captura al público más diverso y lo hace palpitar en un momento u otro de su visita. Chema Huete