Pocas áreas naturales protegidas en la Argentina inyectan al visitante un irrefrenable deseo de explorar lo desconocido como el Parque Nacional Francisco P. Moreno.

Tal vez la causa de esa emoción, que tarde o temprano aflora en la ambición de todo viajero ante el avistado de espacios poco humanizados, se deba a su relativo aislamiento y escasa afluencia de público. El acceso principal del PN Perito Moreno -y único para un automóvil- se encuentra a más de un centenar de kilómetros de cualquier vía de comunicación relevante y más del doble de distancia de Gobernador Gregores, el centro urbano significativo más próximo. Puede que influya también el rigor climático de la zona, definida como templada fría, con temperaturas medias que no superan los 15 ºC en las mejores condiciones estivales y que en invierno descienden hasta -25ºC. Los fuertes vientos del oeste, las heladas y la nieve señorean buena parte del año en el área hasta el extremo que el acceso motorizado permanece cerrado de mayo a octubre.

          

Probablemente, la ausencia de servicios o infraestructuras al uso de otros espacios protegidos bajo custodia de la APN (Administración de Parques Nacionales) condicione el ánimo del potencial visitante. Así lo quieren los gestores de este parque -bautizado en honor del estimado geógrafo argentino que contribuyó a la definición de fronteras con el vecino Chile y promovió la preservación de hábitats andinos- que desean mantenerlo en condiciones de menor impacto posible. Fuera de la asistencia de urgencia que puedan brindar los guarda parques, no hay abastecimiento de ningún tipo y la recomendación es que todo vehículo que quiera recorrer la zona lo haga provisto de dos ruedas de repuesto y una autonomía no inferior a 700 km. Recientemente se han incorporado un par de refugios bien equipados para excursionistas en los senderos más emblemáticos del parque, pero las áreas de acampe son básicas o directamente, como se dice por acá, agrestes. Hay que llevar de todo y llevarse consigo los residuos que se generen. No es posible hacer fuego y tampoco pescar, hay que conformarse con observar cómo se deslizan hermosas truchas y salmones de generoso tamaño por las cristalinas aguas de los ríos.

          

Sea por cualquiera de las razones expuestas o la suma de todas ellas, lo cierto esta área, pese a contener una muestra fantástica de la diversidad medioambiental de la estepa patagónica y de los húmedos bosques subantárticos, donde conviven especies emblemáticas como el zorro, el puma o el huemul junto a tropillas de guanacos y choiques, es uno de los espacios naturales protegidos menos conocidos de la Patagonia.

          

La temporada pasada, apenas un millar de personas se registraron en el Centro de Informes de Onelli dispuestos a explorar lo posible de las 115.000 ha. de extensión que posee el parque. Esta bajísima afluencia de personal, que permite estadías en solitario con bastante probabilidad, refuerza la misma impronta de la zona, de vastas, grandiosas y variadas panorámicas. En la soledad circundante de una naturaleza bravía, el pespunte de algunas granjas y estancias revela el paso de los pioneros que recorrieron estas tierras a finales del s. XIX buscando riquezas naturales o nuevas tierras de pastos.

          

Un siglo largo después, sustituidas las carretas por 4×4, parece posible acercarse a las sensaciones que éstos debieron sentir cruzando la inmensidad de la alta estepa y el abrume que provoca y las zonas de transición hasta las desafiantes cumbres de Los Andes a la vista. Defendidas por caudalosos ríos, que dan lugar a un par de imponentes cuencas lacustres compuestas por ocho lagos -refugio de bulliciosas colonias de cisnes, flamencos y patos- su franqueo parece imposible o, en el mejor de las ocasiones, reservado a experimentados y curtidos alpinistas.

          

Pero no hay que inquietarse, hay pistas y caminos por recorrer de sobras… siempre bajo la amenaza de una tempestad perfecta a la vuelta… Aquí el clima no perdona; una mañana soleada puede convertirse en una tarde lluviosa y fría. Un pequeño desafío que no conviene desdeñar pero que tiene, reconozcámoslo, su puntito de fascinación. Si el área de acampe del lago Burmeister resulta la más atractiva en nuestra opinión, los senderos de medio recorrido (3 a 7 km) que bordean la península Belgrano o apuntan hacia el Cerro León o el Lago Volcán contienen los ingredientes para sentirse como un explorador auténtico.

Notas prácticas:

Contacto e infos previas: Intendencia del Parque Nacional Perito Moreno, Paseo 9 de julio 610, (9311) Gobernador Gregores, Santa Cruz.

Teléfono: (02962) 491477. E-mail: peritomoreno@apn.gob.ar

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